Hospital, habitación individual.
Sisca yacía en la cama del hospital, con la bata de paciente puesta y varias vendas blancas cubriendo sus muñecas, pareciendo una muñeca a punto de romperse en cualquier momento.
No estaba claro en qué pensaba; su mirada estaba dispersa y sus manos se entrelazaban fuertemente sobre el pecho.
En ese momento, la puerta de la habitación se abrió.
Sisca giró la cabeza y vio a Dominic entrando.
—¡Dom! —Un destello de sorpresa cruzó los ojos de Sisca. Intentó incorporarse, pero apenas se levantó un poco, cayó débilmente de nuevo.
Dominic frunció el ceño, y su tono era difícil de descifrar si era ira o no.—Solo quédate acostada.
—Dom, sabía que te importaba. Sabía que no me ignorarías.
Sisca se sintió eufórica; las lágrimas brotaron en sus ojos mientras miraba a Dominic con ternura.
Sabía que Dominic valoraba más los sentimientos del pasado. Cuando le prometió a su hermano cuidarla, sin duda lo haría hasta el final.
El rostro de Sisca solo podía considerarse