Tan pronto como la abuela Carter se fue, Alessia y Dominic quedaron solos en la amplia sala de estar.

Alessia tragó saliva, sintiéndose incómoda y consciente de que su corazón latía más rápido de lo normal. Como doctora, sabía que esto no era correcto. Sin embargo, también sabía que no podía mostrar timidez frente a Dominic.

Cuanto más mostrara algún signo de vergüenza, más lo malinterpretaría Dominic, creyendo que le importaba.

Con una expresión fría, Alessia trató de retirar su mano de la suya, pero justo cuando logró liberarla un poco, Dominic la presionó firmemente de nuevo.

—Señor Carter, ¿esto no sería considerado acoso? —dijo Alessia, manteniendo la voz lo más calmada posible, arqueando una ceja mientras miraba fijamente la mano de Dominic.

Dominic rió, un sonido raro y agradable, como un manantial burbujeante. Estaba claro que estaba muy feliz.

Alessia frunció el ceño, confundida y cada vez más molesta.

—¿Qué te hace tanta gracia, señor Carter? ¿Crees que estoy equivocada?

—Po