Alessia contemplaba con cariño a sus hijos, tan brillantes y afectuosos, sintiendo cómo un calor se extendía por su corazón.
Con suavidad, despeinó un poco el cabello de su hijo y de su hija, y les preguntó:
—¿De verdad quieren que mami ayude a que la abuela Evelyn se mejore solo porque les gusta?
—Sí —asintió Christian con entusiasmo—. Mami, sabes, cuando vi por primera vez a la abuela Evelyn, sentí algo especial. Es como una verdadera abuela para mí, y quiero estar cerca de ella.
Eleanor asintió también, compartiendo sus propios sentimientos hacia Evelyn.
—Mami, cuando entré en su habitación y la vi tan pálida, mi corazón se hundió —dijo Eleanor, con un matiz de tristeza en la voz.
Mientras hablaba, Alessia notó cómo ambos la observaban detenidamente.
Cuanto más la miraban, más parecía que se daban cuenta de algo.
—Mami, es verdad —exclamó Christian—. Nunca me había dado cuenta antes, pero tu nariz y tus labios se parecen mucho a los de la abuela Evelyn. No me extraña sentirme tan a