En ese momento tenso de mutua evaluación, la boca de Enzo también llevaba una sonrisa, y Alessia no sentía peligro alguno de su parte.
No apartó la mirada ni habló, sin admitir ni negar nada.
Mantuvieron esa postura durante aproximadamente un minuto, y al final fue Enzo quien primero se enderezó y dio un paso atrás.
Se sirvió otra copa de vino, la bebió de un trago y, al mirar a Alessia de nuevo, una capa de neblina cubría sus ojos.
Ahora estaba claro que Enzo, aunque no completamente ebrio, estaba al menos bastante intoxicado.
Se pasó la mano por el cabello, muy corto, metió las manos en los bolsillos y dijo con calma a Alessia:
—Sia, ya que estás en mi casa y aún no has visto las habitaciones, ven, déjame mostrarte.
Con eso, giró y se adelantó, liderando el camino.
Alessia había venido esa noche con un propósito, sin importar lo que Enzo quisiera hacer.
En esta situación, en la que no necesitaba pedir permiso, no podía desaprovechar la oportunidad de recorrer la casa.
La espaciosa v