Repetir la prueba estaba completamente fuera de cuestión; ¡quedaría expuesta!
Ava cerró los ojos. Esta vez, realmente había cometido un error. No esperaba que Alessia resultara tan problemática ni que tuviera esa astucia. Era tan detestable como su madre.
Sin embargo, aún debía salir airosa de la situación.
—Hermano, me duele la cabeza… —susurró Ava, llevándose una mano a la sien con gesto débil.
—Ava, tú… —Harrison frunció el ceño, dudando un instante. Un segundo después, vio cómo su hermana, que hasta hacía un momento estaba de pie, se desplomaba de repente sobre él sin previo aviso.
—¿Ava, qué te pasa? ¡Ava! —Harrison la sacudió por los hombros, pero no obtuvo respuesta.
—¡Rápido, llamen a un médico! ¡Un médico! —ordenó al criado más cercano, antes de cargar con Ava en brazos hacia el interior de la casa y subirla a la planta alta.
Sin la protagonista, el banquete no podía continuar.
Alessia arqueó una ceja: esa habilidad para desmayarse a voluntad podía competir con cualquier tele