Desde que confundió a Jade con su secretaria, Adriel se dio cuenta de que no pidió continuar así.
La vida se le estaba escapando de las manos y sentía que era el momento de hacer un cambio.
Le costaba mucho resignarse a la idea de no tener a Jade para él, pero aparentemente ella ahora era feliz, ya que finalmente tenía lo que siempre había anhelado: a ese tal Nico y, a esos niños por nacer…
Cada vez que recordaba el asunto del embarazo, sentía un profundo malestar, así que había decidido olvidarlo.
Olvidar a Jade.
Su madre parecía dispuesta a ayudarlo, puesto que fue ella quien lo convenció de acompañarla a una cena de reencuentro con una vieja amiga. La excusa había sido que era momento de que saliera un poco de la monotonía que parecía consumirlo.
El restaurante elegido para la velada no era nada que no hubiese visto antes, tenía la típica luz tenue, mesas de madera oscura y un murmullo constante de conversaciones apagadas, que comenzaban a generarle un fuerte dolor de cabeza o, qui