Ana Paula pensó que el asunto de la petición de matrimonio terminaría con su rechazo. Pero se equivocó miserablemente.
Rápidamente, descubrió que Iván Meier era una persona decidida e insistente.
Su determinación de cierta forma le sacudía el alma.
¿Por qué tanto interés?
La verdad era que en el fondo de su ser quería creerle.
Quería creer en su sinceridad y afecto.
Porque en esas semanas se había dedicado no solamente a demostrarle su interés con palabras, sino también con hechos.
Casi todos los días recibía un ramo de flores en su oficina.
Eran de todo tipo: Rosas, lirios, claveles.
No podía hacer más que sonreír, mientras inhalaba el delicado aroma de las flores.
Ana Paula acariciaba su vientre de embarazo de ocho meses y le susurraba palabras cariñosas a su hijo, mientras repetía en su cabeza la escena de la propuesta de matrimonio de su padre. Por alguna razón, se estaba dejando envolver ante la idea de formar una familia a su lado.
—¿Te gustaría que le dijera que sí a tu padre?