Natalia siguió gritando, mientras la sangre brotaba cada vez más de la cara de Roberto.
Los nudillos de su esposo estaban rojos y magullados. Sus ojos se veían siniestros y no sabía qué hacer para detenerlo. Parecía completamente fuera de sí y eso le asustaba demasiado. Era la primera vez que lo veía así.
—¡Fabián! —gritó desesperada—. ¡Por favor, no lo hagas! ¡Detente! ¡Detente! —siguió diciendo al borde del colapso, tratando vanamente de alcanzarlo. Su esposo no era esa persona agresiva que estaba viendo. Él no era así.
La policía entró al lugar atraída por los fuertes gritos y entonces separó a Fabián de un moribundo Roberto.
La visión de su expareja completamente ensangrentada y al borde de la muerte le dio un pinchazo en el pecho.
Natalia negó con la cabeza y nuevas lágrimas salieron de sus ojos.
Sin importar lo mal que se había portado Roberto, no lo quería muerto. Era el padre de sus hijos y ellos sufrirían muchísimo con su pérdida.
Los paramédicos llegaron hasta ella y la s