Natalia perdió la noción del tiempo.
Llevaba horas llorando, sin parar.
Sin ver a nadie.
Únicamente sabía que sus hijos estaban bien y que se encontraban de regreso en la mansión Arison en compañía de Susi.
Del resto no tenía conocimiento de nada.
Había preguntado innumerablemente por su esposo y solamente le habían dicho que se encontraba en la comisaría.
Sobre Roberto no se había atrevido a preguntar.
En este momento, lo último que quería era escuchar su infame nombre en voz alta. La sola mención del mismo le haría explotar, y no en el buen sentido.
Las lágrimas corrieron de los ojos de la mujer ante el recuerdo de las palabras del médico.
“Debido a las lesiones, es posible que no puedas volver a tener hijos.”
¿Y ahora qué haría?
¿Qué le diría Fabián?
¿Él la querría igual después de enterarse de las noticias?
Ahora era una mujer rota e incompleta.
Ya no podría darle un hijo.
Ya no podría darle el heredero que tanto deseaba para prolongar su legado y su apellido.
A lo mejor, luego de