Christopher
El sol de la tarde se filtraba entre las hojas de los árboles mientras conducía por la carretera costera. Emily permanecía en silencio a mi lado, con la mirada perdida en el horizonte donde el cielo se fundía con el mar. Su perfil recortado contra la ventanilla me recordaba a esas pinturas clásicas donde la luz parece emanar de la propia figura.
—¿Estás segura de que te sientes bien para esto? —pregunté, sin apartar la vista de la carretera.
Ella giró su rostro hacia mí. La brisa que entraba por la ventana entreabierta mecía suavemente algunos mechones de su cabello.
—Necesitaba esto, Christopher. Sentía que las paredes de la casa se cerraban sobre mí.
Asentí, comprendiendo perfectamente esa sensación. Yo mismo la había experimentado durante años, aunque por razones diferentes. La casa familiar siempre había sido para mí una jaula dorada, un recordatorio constante de expectativas que nunca sentí como propias.
—Te va a gustar este lugar —dije, girando el volante para tomar