Emily
El llanto de Lily me despertó justo cuando el reloj marcaba las tres de la madrugada. Me incorporé de inmediato, con ese instinto maternal que había desarrollado en los últimos meses, pero sentí la mano de Christopher deteniéndome suavemente.
"Yo voy," susurró en la penumbra. "Descansa un poco más."
Lo observé levantarse y dirigirse hacia la habitación contigua, donde habíamos instalado las tres cunas. Desde mi posición, podía escuchar sus pasos suaves y luego su voz, un murmullo tranquilizador que parecía calmar no solo a Lily, sino también a mí.
Tres meses habían pasado desde que trajimos a los trillizos a casa. Tres meses de noches interrumpidas, de aprendizaje constante, de momentos de pánico y de alegrías indescriptibles. Nuestra vida se había transformado por completo, reorganizada alrededor de tres pequeños seres que demandaban toda nuestra atención.
Me levanté finalmente, incapaz de permanecer en la cama mientras Christopher se ocupaba de todo. Al entrar en la habitación