Emily
A veces, uno intenta ordenar la vida como quien reorganiza una estantería: moviendo objetos, cambiando de lugar los cuadros, limpiando el polvo acumulado en rincones que nadie mira, como si eso bastara para cambiar lo que se siente adentro. Como si mover cosas pudiera borrar la herida que dejaron.
Esa mañana, decidí redecorar la casa.
No por capricho. No por estética. Era una necesidad urgente, como si el orden de los muebles tuviera el poder de desplazar la ausencia. Como si, al cambiar el sitio de las cosas, pudiera empezar a habitar de nuevo lo que desde hacía semanas sentía ajeno, prestado. Como si pudiera crear, entre esas paredes, un nuevo significado. Uno que no gritara el nombre de Daniel a cada paso.