—¿Eleri? —su voz a través de la bocina me pareció extrañamente preocupada pero creo que lo estoy imaginando—. ¿Pasó algo malo? ¿Estás bien?
—Ah, sí. Estoy bien, solo querías que llamaras a Colton y le dijeras que me das permiso para ir al hospital mañana.
—¡¿Al hospital?! ¿Te sientes…?
—Estoy bien —repetí temblorosa—. No tienes de qué preocuparte. Solo quiero ir a un chequeo ginecólogo, es rutina, nada más.
Escuché un silencio ensordecedor del otro lado de la bocina antes de que él volviera a hablar.
—Si quieres puedo ir a acompañarte…
Un cosquilleo acostumbrado golpeó mi vientre bajo pero yo aparté el pensamiento de que él quería acompañarme como si estuviera preocupado.
De ninguna manera lo quería conmigo acompañándome cuando voy a realizarme un examen para saber si estoy embarazada de su hijo.
—Ya te dije que es un examen de rutina, a ninguna mujer la acompaña su marido para eso.
—Tú no eres cualquier mujer y yo tampoco soy cualquier marido, princesa.
Mi corazón saltó tras escucha