Daniel vio su rostro tan rojo que parecía que podría gotear sangre, su aspecto tímido, la sonrisa en sus ojos se hizo más profunda.
—¿En serio? Pensé que te gustaban este tipo de hombres.
Su voz era perezosa, con un toque de burla.
Estrella lo notó, levantó la mirada para mirarlo con reproche:
—Realmente cada vez bromeas más.
Daniel sonrió ligeramente, su mirada se desvió, cayendo en su pie, apretó ligeramente los labios, habló en voz baja:
—¿Tu pie aún duele?
Estrella negó con la cabeza, sonrió ligeramente:
—Ya no duele. Gracias otra vez, tío. Escuché a Giana decir que me buscaste por dos días, te hice preocupar.
—No fue preocupación —sus ojos oscuros se llenaron de luz, volvió a mirar sus ojos, habló seriamente—. Fue inquietud.
Estrella se quedó aturdida, levantó la mirada confundida para mirarlo, sus ojos claros chocaron con sus ojos oscuros como la tinta.
Por un momento su corazón se aceleró, inexplicablemente se sintió nerviosa.
Rápidamente parpadeó para evitar la mirada del hombr