—¡Ah, pero vos te volviste completamente loca! —espetó Damián mientras miraba como su amiga se estaba arreglando para salir—. Pero ¿Qué bicho te picó anoche?
Samantha dejó de cepillarse el cabello y lo miró sonriendo con picardía, sus ojos azules emitían un brillo extraño.
 —Ningún bicho me picó, mi cielo —le respondió con sorna—. Estoy haciendo lo que vos, Ana y todos esperaban que hiciera: dejar de huir y hacer lo que tengo que hacer de una vez por todas.
El diseñador meneó la cabeza y revoleó los ojos.
—Todo muy lindo, pero, lo que pensás hacer me parece bastante arriesgado. No sabés como puede reaccionar ese simio —suspiró hondo—. ¡Ayer lo noté tan extraño! Digamos... dentro de su soberbia de siempre, sentí cierta desesperación. Y eso, no es para nada bueno mi cielo. ¿Y si hace una locura? O ¿te acosa constantemente? ¿Estás preparada para eso?
Samantha se acercó lentamente a él y le dio un suave beso en la mejilla.
—Lo estaré —le susurró con tranquilidad—. Me quedé para luchar por