Si Samantha estaba mal, Javier estaba fuera de sí. Todo lo que había vivido esa mañana, era como algo irreal para él.
La aparición de su esposa después de años de silencio, el reclamo en medio de la reunión, la conversación posterior que habían tenido ... y algo que le dolía y nublaba aun más su mente: que ella estuviera con Martín.
La sola idea de ser traicionado; le partía el corazón y le daba de lleno en su orgullo.
Podía soportar muchas cosas, pero no eso. No la imagen de ella —la mujer que lo había amado con una devoción casi dolorosa— entregándole ahora sus sonrisas, su confianza, su vida… a su mejor amigo.
Se pasó las manos por el rostro, intentando que la rabia se evaporara con el aire viciado de su oficina, pero no lo logró.
Su esposa estaba viva. Y no solo viva: estaba distinta, más fuerte, más hermosa, más distante. Y él, el hombre que siempre creyó tener el control de todo ahora no sabía ni cómo respirar.
Encendió un cigarrillo —uno tras otro— mientras repasaba mentalmente