Días después...
El abogado Martín Santamaría, estaba trabajando a destajo, como siempre hacía en su despacho, el cual, estaba ubicado en una de las zonas más elegantes e importantes de la ciudad.
Era alguien muy respetado en el ámbito legal por su seriedad y efectividad a la hora de representar a sus clientes en los tribunales. El abogado era de esos hombres que bajo una sonrisa encantadora y mirada amable podía sepultar bajo papeles a sus colegas.
Más de uno en el ambiente legal sabía que, si Martín Santamaría aparecía en un caso, las posibilidades de ganarle eran mínimas. Nunca alzaba la voz, nunca discutía más de lo necesario: simplemente hundía a su contrincante con un expediente tan impecable que parecía una condena escrita de antemano.
Descendía de una familia muy importante en el país. Su abuelo Victorio había fundado un bufete legal, su tío era un juez muy reconocido y su padre había sido un diplomático que, en la actualidad, ocupaba un lugar significativo en la política d