7. Humillación
Quise hablar.
Quise dejar la bandeja en el suelo y salir corriendo.
Pero me quedé ahí.
Inmóvil.
Helena fue la primera en notarme.
Giró la cabeza y me miró por encima del hombro, con una sonrisa divertida, satisfecha. Como si supiera exactamente lo que estaba haciendo.
Credence no se movió al principio. Solo giró ligeramente la cabeza hacia mí, y sus ojos me encontraron. Fríos. Duros. Vacíos.
Como si no me conociera.
Como si no supiera quién era yo.
Como si nunca me hubiera tocado, nunca me hubiera roto, nunca me hubiera poseído.
—¿El café? —preguntó, sin una pizca de emoción en su voz.
Tragué saliva. Apreté los labios.
Asentí en silencio y avancé, sintiendo que cada paso era una puñalada más. Dejé la taza sobre el escritorio. El temblor era evidente. Casi se derrama.
Me obligué a no mirarlo.
A no mirarla.
Pero era imposible.
Mi corazón latía tan fuerte que sentía que me iba a desmayar.
—Eso es todo, señorita —dijo él, sin siquiera mirarme.
Solo asentí.
Salí de esa oficina con el coraz