Me quedé sentada, inmóvil, con los dedos entrelazados en el regazo y la garganta hecha un nudo.
No sabía qué hacer.
No quería aceptar esa "tarea", no quería formar parte de su boda… pero en el fondo, muy en el fondo, sabía que no tenía opción. Una parte de mí, la que aún trataba de aferrarse a la cordura, gritaba que debía aceptar, que debía obedecer, que cualquier rebeldía solo traería más dolor… más peligro.
Y justo en ese momento, la puerta se abrió.
Lo sentí antes de verlo. Una ráfaga de aire helado me recorrió la espalda, como si el mundo se hubiera detenido solo para hacerme daño.
Era él.
Credence Foster.
Alto. Imponente. Con ese porte elegante y dominante que hacía que todo se encogiera a su alrededor. Su sola presencia volvió la oficina más pequeña, más asfixiante, como si el aire se evaporara de repente y solo quedara la tensión flotando en cada rincón.
Mi cuerpo se tensó. El corazón se me aceleró tanto que pensé que iba a desmayarme.
Helena lo vio y corrió hacia él como si f