Pensé que ya no podía doler más. Que después de los golpes, del abandono de Lincoln, ya no quedaba nada en mí que pudiera romperse. Pero me equivoqué. —¿Y nosotros? —pregunté, aunque mi voz apenas salió. Un susurro tembloroso, ahogado por el miedo y la humillación. Credence no se detuvo. Seguía frente al espejo, ajustándose la corbata con calma, como si lo que acababa de decir no hubiera sido una sentencia, como si yo no estuviera ahí… como si nunca hubiera estado. —¿Y nosotros qué? —respondió, sin emoción, sin mirarme. —¿Qué va a pasar con nosotros? —repetí, más firme, aunque sentía que el alma se me rompía con cada palabra. Debemos terminar… No . Lo vi alzar una ceja, como si la pregunta le molestara por lo absurda que le parecía. Después se arregló la chaqueta, perfecto, impecable, como siempre. Como si la perfección en su reflejo fuera más importante que lo que había en la habitación conmigo. — Así es —dijo, seco, definitivo. —Mi matrimonio necesita… una pureza de
Leer más