Apenas llegaron, Paolo ayudó a Oliver a subir de nuevo a su silla de ruedas sencilla y entrar a la casa sin demora.
—¡Mamá!, ¡todos vengan acá rápido! —les grito apenas atravesó el umbral de la puerta principal.
Al escucharlo, todos llegaron corriendo de donde estuvieran en la casa, preocupados por sus gritos; para encontrarse con ellos en la sala. Su angustia era lógica considerando que Oliver había salido con Paolo de forma intempestiva y sin avisarle a nadie, lo cual los tuvo todo el día preocupados.
—¿Qué pasa? —le cuestionó Patricio, más molesto que preocupado, sobre todo pues los veía llegar sanos y salvos.
—¿Te encuentras mal? —deseo asegurarse Luisa, quien como su madre que era le aterraba que algo malo pudiera ocurrirles y en especial después de lo sufrido por Oliver.
—Llamaremos a los médicos cuanto antes —continuo sin esperar ninguna respuesta y es que sentía que no había tiempo que perder.
Oliver se dio cuenta de que los temores de su madre la estaban guiando a los extremo