Necesito tiempo

El sol ya se había ocultado cuando Elena decidió que necesitaba un respiro. El estudio de restauración se cerró por hoy, pero su mente seguía trabajando, incapaz de encontrar paz. El retrato de la madre de Alejandro seguía en su cabeza, pero no era la pintura lo que la atrapaba, sino todo lo que no había sido dicho. Todo lo que seguía entre ellos, como una sombra que no podía despejarse.

Elena siempre había huido de las confrontaciones, pero ahora, al ver la mansión que la rodeaba, se dio cuenta de que ya no podía alejarse de Alejandro. Había algo inquebrantable en su presencia, algo que la mantenía atrapada, sin saber si quería seguir o si, de alguna forma, necesitaba quedarse.

La puerta del estudio se abrió con un crujido sutil. Elena se giró lentamente, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba ante esa presencia tan familiar, pero tan peligrosa al mismo tiempo. Alejandro estaba allí, y ella no podía negar que había algo en su mirada que la desestabilizaba. Era esa mirada que siempre había sido capaz de desarmar, de invadir su espacio sin permiso.

-¿Estás bien? -preguntó él, casi en un susurro. Sus ojos se movieron con cautela por el cuarto, como si temiera que algo rompiera la burbuja de silencio entre ellos.

Elena no contestó de inmediato. El silencio entre ellos era pesado, cargado de una tensión palpable. No se atrevían a hablar de lo que realmente importaba, lo que había sucedido seis años atrás. El hecho de que no lo mencionaron solo hacía más grande lo que no se decía.

-He estado pensando -comenzó ella, finalmente, alzando la vista hacia él. Pero no podía sostener su mirada por mucho tiempo. El impacto de su presencia la desbordaba-. Creo que lo que necesito es tomar un respiro. No es que no quiera hacerlo... solo que no estoy lista.

Él la observó, pero no hizo movimiento alguno para acercarse. En su rostro había algo que Elena no lograba identificar. Era más que duda. Era algo que no podía desentrañar. Algo que tenía que ver con lo que había pasado, pero que ni él ni ella se atrevían a nombrar.

-¿Por qué no intentas quedarte aquí un tiempo más? -dijo él, como si no pudiera dejarla ir tan fácilmente.

Elena lo miró con desconfianza. ¿Intentar quedarme? ¿Qué significaba eso? ¿Que me quede a trabajar? ¿A seguir siendo parte de este mundo que lo rodea? Pero Alejandro no le ofrecía una respuesta clara. Solo había una sensación flotante de anticipación, como si él estuviera esperando que ella aceptara.

-¿Por qué insistes en que me quede aquí? -preguntó, controlando la tensión en su voz. No quería que sonara desafiante, pero tampoco podía evitarlo. La ansiedad que crecía dentro de ella no la dejaba pensar con claridad.

Él no respondió de inmediato, y el silencio entre ellos se hizo más denso. Había algo en su mirada que Elena no entendía, como si estuviera siendo evaluada, esperando algo de ella que no podía dar. La duda llenó el espacio, y eso solo intensificó la sensación de inquietud que Elena sentía.

Finalmente, Alejandro dio un paso hacia ella, rompiendo la distancia que parecía insalvable. Pero no la tocó. No hizo un solo movimiento que la hiciera sentir más cerca de él. Solo estaba allí, frente a ella, como un recuerdo que no podía olvidarse.

-Solo quiero que trabajes aquí -su voz era suave, casi demasiado calmada para lo que sentía en el aire. El tono era tan cauteloso, tan lleno de reservas, que Elena se sintió aún más desconcertada-. Quiero que sigas adelante con lo que empezaste. Este es tu trabajo, después de todo.

Elena sintió que su respiración se aceleró, como si sus palabras la hubieran golpeado de lleno. ¿Estaba buscando algo más que solo un trabajo? ¿O era ella quien se estaba inventando expectativas que no existían? Los silencios entre ellos solo la hacían sentirse más vulnerable, más expuesta.

-Lo sé -respondió finalmente, tratando de sonar más firme de lo que se sentía. La ansiedad le rozaba el pecho, como si todo a su alrededor estuviera presionando. Los recuerdos del pasado se agitaban, y la sensación de que algo iba a cambiar pronto la mantenía tensa. Era como estar atrapada en un laberinto sin salida.

Pero Alejandro no la dejaba ir. Él se quedó allí, en el mismo lugar, sin moverse. El peso de sus palabras, de su presencia, llenaba la habitación, dejándola sin aliento. Ella deseaba salir, huir, pero algo en su interior la mantenía pegada al suelo.

-No es tan fácil -dijo ella, apretando los puños. Sabía que no podía simplemente seguirle el juego, que no podía seguir respondiendo como si nada hubiera pasado. La historia entre ellos era más compleja que cualquier oferta de trabajo.

-Lo sé -dijo él, sin desviar la mirada. Había algo de arrepentimiento en su voz, como si estuviera luchando contra sí mismo, con lo que tenía que decir. Pero no lo hacía. Solo miraba, y el peso de su mirada la hacía sentir más acorralada que nunca.

Un recuerdo de sus conversaciones pasadas llenó el espacio, esas conversaciones que nunca tuvieron conclusión. La sensación de que había algo pendiente, algo que ninguno de los dos podía cerrar, le apretaba la garganta.

-¿Por qué no me dices lo que realmente piensas? -preguntó ella, con el rencor y la frustración asomando en su voz. Quería saber la verdad. Necesitaba saberla. Pero no obtenía respuestas claras. Solo más silencios que la devoraban.

Él se acercó un paso más, casi como si quisiera responder, pero su boca se cerró. No dijo nada. La tensión entre ellos era tan espesa que Elena pensó que si decía algo más, perdería el control.

-No tengo tiempo para jugar a este juego -dijo, casi en un susurro, mientras giraba para irse. Pero no podía evitarlo. Sabía que algo estaba a punto de suceder.

Hace seis años

Aquella noche, en su última conversación, las palabras no alcanzaron a salir de sus bocas. Era la última vez que se verían, o al menos, eso pensaba Elena. La sensación de que algo se rompía en su interior le había dado un golpe tan fuerte que no podía ni mirar atrás.

-No puedo seguir... -le había dicho él, con la voz quebrada, pero ella ya no pudo escuchar más. Era tarde.

Ahora, en la mansión, el peso de esos recuerdos flotaba entre ellos, sin ser nombrados. El pasado seguía siendo una sombra que no se podía apartar, y aunque no lo mencionaron, se sentía en el aire, como un presagio.

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