—¿Podrías respirar un poco? — me burlo, limpiando con una servilleta de papel la salsa de mis dedos.
Lo veo devorar su hamburguesa. Una de las dos extra grandes que ha pedido.
Pensé ir a un restaurante más cómodo, pero como siempre Nick prefiere las cosas simples y me ha arrastrado hasta un local de comida rápida. Ha encargado todo lo que le ha venido en gana y, ahora, después de hablar de todo un poco y de contestar las múltiples preguntas que me ha hecho sobre mi vida, está comiendo entusiasmado.
—¿Qué? — dice tragando y luego tomando varios sorbos de soda.
—No sé dónde te metes todo eso — señalo con mi vaso, el contenido de su bandeja y las envolturas de la comida.
—Se va a mi hermoso trasero, pequeña. ¿Por qué crees que es tan redondo y respingón? — se limpia la boca con algunas servilletas de papel.
Comer con él es como estar con un niño. Es gracioso e impertinente, es como un hermanito menor malcriado a quién le brillan los ojos maliciosos cuando accedo a realizar sus cap