El silencio era espeso, sofocante. Wyn apenas tuvo tiempo de inhalar cuando la presión en su muñeca se soltó de golpe, solo para ser reemplazada por un tirón seco que la hizo perder el equilibrio. Un segundo después, el mundo giró violentamente. —¡Eh! —exclamó, sin poder hacer nada cuando la fuerza de Davian la levantó sin esfuerzo. En un abrir y cerrar de ojos, estaba colgada sobre su hombro como si no pesara más que un saco de harina. —¡Bájame! Wyn forcejeó, pateando en el aire, pero su postura era una maldición. No tenía ángulo para golpear con fuerza, y por más que intentaba torcerse, Davian no aflojaba su agarre en lo más mínimo. —Si sigues retorciéndote, voy a dejarte inconsciente. La amenaza no tenía peso extra en su voz. No era un arrebato, ni una advertencia dicha al calor del momento. Era simple, directa, carente de emoción. Y justo por eso, aterradora. Wyn apretó los dientes, su cuerpo tenso de frustración. —Bien, ya entendí… *** El trayecto hasta la habitación
El dolor en la cabeza de Wyn era insoportable, una punzada que se extendía desde la base del cráneo hasta las sienes, acompañada de un mareo persistente que le revolvía el estómago. Un efecto conocido, de la primera vez que abrió los ojos en el refugio.—No puedo creer esto… —gruñó, con la voz aún rasposa.Se llevó una mano a la frente y miró a su alrededor. Lilith avanzaba al frente con su paso firme, mientras que más atrás, Luke tarareaba algo en voz baja mientras revisaba sus armas. Luego, sus ojos se posaron en Davian. Su expresión era severa como siempre, pero estaba segura de que la observaba de reojo, pendiente de su reacción.—¿Por qué demonios estoy aquí?—Porque te trajimos —respondió Davian sin inmutarse.—No me digas —espetó, con el sarcasmo escociéndole en la lengua—. ¿Era realmente necesario arrastrarme con ustedes? ¿No podían dejarme en el refugio como personas normales?Davian dejó escapar una risa breve y seca, pero su mirada era todo menos divertida.—Sí, claro. Porq
...mientras el olor a sangre fresca se mezclaba con el polvo del edificio en ruinas. Cada disparo, cada golpe seco y cada grito ahogado se sentían como una marca ardiente en su piel. Wyn se aferró instintivamente a la tela de la chaqueta de Davian, sintiendo su pecho subir y bajar con cada respiración controlada. No podía ver nada, pero su cuerpo temblaba con cada impacto brutal a su alrededor. —No mires —murmuró él contra su cabello, su tono bajo y afilado. Como si tuviera opción. Pero no mirar no significaba no escuchar. El sonido de un cuchillo hundiéndose en carne blanda. El crujido de huesos rompiéndose bajo una fuerza despiadada. La carcajada baja y ronca de Luke, que sonaba más como un depredador disfrutando su caza que como un humano normal. —Esto es un desastre —comentó Lilith con su calma habitual, aunque su tono tenía un matiz de fastidio. Davian se movió, y Wyn sintió el frío repentino en su piel cuando su mano dejó de cubrirle los ojos. Su mirada se encontró con la
Dos días después, Davian habló con los suyos. Wyn no supo con quién exactamente, pero se notaba que él había movido algunas piezas para dejarla volver a casa. Según él, ya no era una amenaza real. No tenía sentido seguir teniéndola encerrada. Decía que todo estaba bajo control gracias al rastreador que le había hecho tragar hacía días. Y aunque intentaba no pensar en eso, el recuerdo volvía solo, breve pero nítido. Dejándole una sensación tibia en los labios que intentaba ignorar. Davian le había dado un teléfono nuevo. Uno que ella no pidió, ni necesitaba, pero que igual apareció en su mano. Ya venía con aplicaciones instaladas, y sin opción para borrarlas. Era evidente que tenía control de todo, que la vigilancia era parte del trato... pero él ni se molestó en ocultarlo. —No te estoy dejando ir porque confíe en ti —le dijo antes de que se fuera—. Solo necesito asegurarme de que no vas a hacer alguna tontería... como hablar con la policía o con alguien que no deberías. Así, sin r
Habían pasado solo unos días desde que le permitieron volver, pero la sensación de libertad todavía no le calzaba del todo. Wyn estaba sentada en el sillón, con una manta sobre las piernas y una libreta abierta apoyada en las rodillas. La casa estaba en silencio. No había música, ni televisión de fondo, ni el eco de otra voz que no fuera la suya. Solo el sonido suave del lápiz moviéndose sobre el papel y, de vez en cuando, el crujido de la madera vieja al moverse con el viento. Afuera, el cielo se mantenía gris, como si no supiera si era hora de despertar o de dormir. La luz que entraba por la ventana era apenas suficiente para escribir sin encender lámparas, y Wyn ni siquiera había pensado en mirar el reloj. Escribir se le había hecho una especie de costumbre, aunque no era como antes. No lo hacía por gusto ni como parte de su rutina. Solo como una forma de llenar el tiempo. En algún momento dejó de escribir y se quedó mirando el techo, sin pensar en nada concreto. El silenc
El camino de vuelta transcurría envuelto en un silencio espeso, apenas roto por el eco suave de sus pasos sobre el asfalto, mientras el cielo, aún cubierto por un gris constante y nubes indecisas, parecía contener la lluvia solo por mero capricho. Wyn caminaba con las manos enterradas en los bolsillos de su chaqueta, la mirada fija en el suelo y el ceño levemente fruncido. A su lado, Davian avanzaba con una serenidad irritante, como si su irrupción en la cafetería —tan abrupta como innecesaria, cargada de una tensión que nadie pidió— no hubiese tenido lugar apenas unos minutos atrás. —¿No vas a decir nada? —preguntó, rompiendo el silencio mientras la observaba desde atrás. Wyn frunció el ceño y aceleró el paso, claramente intentando evadir la conversación. —¿Qué se supone que debería decir? —murmuró, un poco más brusca de lo que había querido. —Mmm, no sé. Algo. Lo que sea que estés pensando —respondió él, como si estuviera esperando algo de ella, atento a cada pequeño cambio e
El tren redujo la velocidad con un ruido metálico mientras la voz del altavoz anunciaba la última parada. A través de la ventanilla sucia, las luces mortecinas de la estación parpadeaban con desgana. Afuera, la noche era espesa y silenciosa, rota solo por el sonido de la lluvia golpeando el techo del andén.Wyn Lancaster tomó aire, profundo y medido, antes de cerrar su libreta con un golpe seco. No había escrito ni una sola palabra en todo el viaje. Ni una línea. Ni una idea lo suficientemente digna para plasmar en tinta.Desde hacía semanas, su cabeza era un desierto, seco y sin rastros de creatividad. No importaba cuánto intentara engañarse diciendo que solo necesitaba un descanso o que la inspiración llegaría en cualquier momento. No llegaba.Y era frustrante.Ajustó la bufanda alrededor de su cuello y se puso de pie cuando el tren terminó de detenerse. El vagón estaba casi vacío, salvo por un hombre dormido en una esquina y una mujer revisando su teléfono con expresión de agotamien
El aire fresco de la mañana entraba por las ventanas abiertas, arrastrando el olor a tierra mojada después de la lluvia de anoche. La luz del sol se filtraba entre las cortinas viejas, iluminando las motas de polvo que flotaban en el aire mientras Wyn limpiaba.Sacudió una silla y frunció el ceño al ver el polvo levantarse. La casa necesitaba más trabajo del que pensó, pero ya estaba ahí, así que no tenía opción. Al menos era un espacio propio.Se estiró con un suspiro, sintiendo la molestia en la espalda por haber dormido en el sofá.—Maldita sea… qué pésima idea —murmuró, masajeándose la nuca.Acomodó algunas cajas, barrió un poco y dejó caer el trapo sobre la mesa con un golpe suave. Se apoyó en el respaldo de una silla, observando su libreta sobre la mesa. Debería sentarse a escribir, al menos intentarlo. Pero apenas pensó en ello, sintió la misma frustración de los últimos días. Nada. Su cabeza estaba llena de ruido, pero cuando tomaba el bolígrafo, las palabras simplemente no est