Sophia se enterneció con ese plan tan disparatado como inocente.
—Eres muy amable, Xavi. Pero tú viste que mi casa no está precisamente muy cerca de nada. Dudo que, a tus amigos, o a los padres de tus amigos, les parezca buena idea conducir hasta tan lejos sólo por unos cuantos dulces, mi cielo —le explicó con calma y paciencia.
Xavier pareció evaluar la situación. Miró a su padre, como buscando apoyo.
—¿Y si venimos aquí en la noche de Halloween para hacer compañía a Sophie? —le preguntó el niño a su progenitor—. Debe sentirse muy sola, sin ningún niño que la visite. Podríamos pedir una pizza y ver películas de terror.
—A menos que pase otra cosa, recuerda que tu madre siempre te tiene en Halloween para ir a buscar dulces —le recordó Thomas.
—¡Nunca vamos a buscar dulces! ¡Ella simplemente los compra, me los da y me pone alguna película! ¡Ni siquiera le importa decorar o repartir caramelos! —dijo muy molesto Xavier. Sophia miró a Thomas, evaluando la reacción en el hombre.
Thomas obs