El sonido de la puerta cerrándose todavía resonaba en su cabeza cuando Sophia llegó al auto. Su cuerpo se movió por inercia: abrió la puerta, se sentó al volante, encendió el motor. Pero no arrancó.
Se quedó allí, con los dedos crispados sobre el volante, la mirada fija en el camino frente a ella sin realmente verlo. La respiración le temblaba, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que no tenía control sobre nada.
La conversación con Thomas había sido un desastre. Peor de lo que imaginó. No había logrado explicarse, ni hacerlo entender. Él no la había escuchado. O peor, lo había hecho, pero no le había creído.
Un nudo se formó en su garganta, y de repente, el peso de todo cayó sobre ella de golpe. La traición. Esa palabra la perseguía como una maldición.
"¿Y por eso decidiste traicionarme?"
Su propia voz retumbó en su cabeza. No… No fue una traición, quiso decir. No así. Pero ¿qué importaba lo que ella pensara si Thomas ya la había condenado?
Tomó aire con fuerza y golpeó el volan