El vapor de la ducha empañaba el espejo del baño, dibujando siluetas borrosas en el vidrio. Sophia se secó el pelo con la toalla como quien intenta arrancarse un peso de encima. El agua caliente le había devuelto un poco de energía, aunque no lo suficiente como para maquillarse o pensar demasiado en la ropa.
Tomó su bata de toalla, la que siempre usaba cuando terminaba de ducharse y se cubrió el cuerpo con ella mientras pensaba su atuendo para salir. Quizás un jean cómodo, un suéter de hilo color mostaza y unas medias gruesas con estampado de gatitos. No estaba buscando impresionar a nadie. Solo no quería parecer una mujer derrotada en pijama.
Cuando salió del baño, secándose el cuello con la toalla, escuchó la voz de Gabriel llamándola desde el living.
—¡Sophia! ¿Estás vestida?
Ella arqueó una ceja, divertida.
—Sí, puedes mirar.
Gabriel se asomó desde el sillón, una mano cubriéndose los ojos con exageración teatral.
—Solo me aseguro. No quiero terminar perseguido por Rex de nuevo. A