El día comenzó como una extensión del anterior: con una euforia tranquila y una determinación compartida. Alexander y Camila no solo habían dormido juntos; habían despertado como aliados en una guerra, con el penthouse de Alexander transformado de un mausoleo a un cuartel general.
A pesar de la intensidad de su conversación sobre Julian Reed, la atmósfera entre ellos estaba cargada de una electricidad diferente a la del deseo crudo. Era la electricidad de dos mentes brillantes alineadas, dos almas heridas encontrando propósito mutuo.
Después de vestirse, con Alexander usando uno de sus inmaculados trajes italianos y Camila su acostumbrado uniforme de poder —un blazer de corte impecable y tacones que resonaban con autoridad—, se dirigieron a la sala de juntas. El plan era simple: Alexander se enfocaría en asegurar la consolidación de la fusión con Sterling Capital, utilizando la recién encontrada claridad mental que le había devuelto Camila, mientras ella trabajaba en segundo plano, en