El día había sido más largo de lo que Maribel había anticipado. Su primer día como abogada oficial en uno de los bufetes más importantes del país le había exigido cada gota de energía, desde el saludo inaugural del Licenciado Agosto hasta las presentaciones formales con otros socios.
Y entre todas esas caras nuevas, una resaltó como un puñal disfrazado de sonrisa: Mary Carmen Echevarría de Andújar.
La esposa de Pedro Juan.
La mujer que le había tendido la mano con cortesía y la había felicitado por su trabajo mientras utilizaba su nombre de casada, casi como si dijera: “Sé quién eres. Y tú sabes quién soy yo.”
Maribel había mantenido el tipo. Respondió con elegancia, ocultó su incomodidad bajo una máscara impecable, pero por dentro, un torbellino de emociones la sacudía. No por Pedro Juan. No por celos.
Sino por todo lo que él había callado.
Aún estaba intentando digerirlo todo cuando bajó del elevador al final de la jornada… y lo vio.
Rodrigo.
Estaba allí, de pie en la recepción, esp