Pedro Juan tomó la copa de champaña con una sonrisa brillante. Su mirada irradiaba confianza, incluso ternura. No tenía idea.
—Claro que cuidaré tu corazón, Maribel —dijo con voz grave, tomándole las manos otra vez—. Jamás te traicionaría. Lo último que quiero es lastimarte. Nunca lo haría.
Maribel lo miraba, sin parpadear, su expresión serena, sus labios curvados en una sonrisa dulce… pero en sus ojos comenzaba a encenderse una chispa peligrosa.
—Eso quería escuchar —dijo ella, retirando lentamente las manos de las de él.
Pedro Juan respiró aliviado. Creía que lo había logrado. Que estaba a punto de recuperar lo que no sabía que había perdido hasta que lo tuvo al borde del abismo.
Pero entonces Maribel, sin dejar de sonreír, abrió su bolso. Con calma. Sacó un recorte de revista doblado en tres partes. Lo desplegó con cuidado sobre la mesa, girándolo hacia él.
Una fotografía a página completa.
Reina Andujar, radiante, vestida de blanco, sonriendo en un evento de sociedad. A su lado, s