14. Renuncia voluntaria
El viento movía mi cabello de manera suave. Servía como un puente para traerme su olor masculino. Sus ojos, densos y penetrantes, se mantenían en los míos. Mi cuerpo reaccionó con rabia. En ese sentido, su insinuación me daba la sensación de que, para él, era una simple prostituta. La rabia comenzó a invadirme, expulsándose por los poros de mi cuerpo.
—Louisa —arrastró mi nombre con aspereza—, no te hagas imágenes tontas. Yo no te quiero para eso, solo que, conociéndote, no dejarás que Edward venga conmigo, y lo necesito antes de que acabe el mes en Italia.
—Tú… tú solo quieres secuestrarme —rabiosa, di un paso hacia atrás—. Lla… llamaré a la policía.
—¿Secuestrarte? —ladeó la cabeza, sus ojos se tornaron fríos—. Para nada. Tu vida me importa muy poco. Yo solo necesito tener a mi hijo por un año. Hagamos un trato —dejó escapar una sonrisa fría—. Yo prometo que firmaré la renuncia voluntaria de la patria potestad de Edward. Así lo tendrás para ti. ¿No es eso lo que quieres?
Sus pala