ÉLISE
El silencio es un arma.
Adrien espera mi respuesta, su aliento caliente en mi oído, pero ya no lo escucho. Toda mi atención está atrapada por la sombra apoyada en la barandilla.
Marcus.
No se mueve, y sin embargo llena todo el espacio. Sus ojos me aplastan, sus puños cerrados cuentan la rabia que aún intenta contener. Es una bomba, lista para estallar.
Lo quería celoso. Lo he conseguido.
Pero de repente, entiendo que quizás acabo de jugar con una fuerza que me supera.
Adrien ríe suavemente, seguro de sí mismo, ignorando el peligro.
— Entonces, ¿debo preocuparme?
Sus dedos rozan mi cintura, bajan un poco más. Demasiado bajo. Un gesto demasiado audaz. Un gesto de más.
Y todo se desmorona.
Marcus ya no espera. En dos pasos, está sobre nosotros. Su mano cae sobre la muñeca de Adrien con una brutalidad que me hace saltar. La risa se ahoga en la garganta del moreno, reemplazada por un gruñido de dolor.
— Quítale las manos de encima.
Su voz es baja, helada, pero cada sílaba resue