—Casese conmigo —dijo ella, sorpresivamente, Blake estuvo a punto de saltar de su silla.
—¿Qué? —preguntó él.
—Deme privilegios, hágame su esposa, déjeme ser de ayuda en su organización, y al menos de esa forma, sino puedo vengarme, puedo herir el orgullo de Antonio y su hombría.
Blake de inmediato pensó en que aquello era una locura, una mujer pidiendo matrimonio a un hombre cómo él, parecía más un chiste que un buen negocio, no sabía cómo enfrentar, aquellas palabras, por un lado, el señor que controlaba media italia, estaba siendo acorralado en su propia casa, por una mujer que era su prisionera, sabía que simplemente podía negarse, y mandarla a encerrar, o asesinarla en ese momento y dejar todo aquello cómo una anécdota qué nunca le contaría a nadie, pero por otro lado, negarse también le producía cierta molestia, por un instante pensó en lo que ella pensaría de él, y luego descartó la idea comprendiendo que Cala no era nadie, que no significaba nada, y que no tenía que pensar