5

Me aferro a lo único que me recuerda que estoy viva. A ese deseo exclusivo que recuperó su libertad gracias a un camino lleno de espinas que le enseñó que no se puede ser feliz creyendo en fantasías ni en cuentos de hadas.

Isabella

Entro al local, la poca luz se acopla a mi estado de ánimo mientras la música me revienta los tímpanos. Un incesante dolor de cabeza me acompaña y se intensifica a penas entro, sin embargo, no es suficiente para detenerme. Necesito calmar el ardor de mi pecho, sacar toda esta rabia, arrancarme el corazón para siempre y olvidarme de que el amor existe.

El amor es una m****a.

Me doy cuenta de que algunas personas se giran al verme, se deben estar preguntando si me volví loca o si escape de mi boda. Alzo la mirada y camino segura de mis pasos, atravieso el lugar y en mi camino tropiezo con varios cuerpos danzantes. El vestido se arruina a cada paso que doy y me da igual lo que suceda, había pensado en conservarlo con amor por si llegaba a tener una hija, ella lo usara en su boda. Nunca volveré a pensar en este tipo de estupideces.

Me acerco a la barra y pido un Cosmopolitan, el bartender se sorprende al verme, pero se recompone y me sonríe, me ofrece el primer trago como cortesía de la casa, lo coloca delante de mí, lo tomo y sin apartar los ojos de los suyos tomo el contenido de un solo trago y pido el siguiente. Mi paladar se impregna del sabor del arándano y del vodka, al tiempo que la sangre me empieza arder y siento como si mi vida de m****a fuese la mejor del mundo.

—Isa, ¿estás bien? —Valentina me llega por la espalda.

Se nota la preocupación en su rostro, las otras chicas se muestran igual y me miran esperando a que me convierta en un mar de lágrimas, pero la porquería de la que me libré merece una celebración, no el llanto.

—Sigo soltera y librada de todo mal, amiga, no se puede estar mejor —declaro alzando la voz—, ahora a beber, a eso fue lo que vinimos. —Pido tragos para todas, shot de tequila.

Nos preparamos, cogemos sal, alzamos las bebidas en un brindis y sin pensar tomamos el tequila al mismo tiempo. Los gritos no se hacen esperar, me llevo la rodaja de limón a la boca, al tiempo que doy pequeños saltos en mi sitio.

—Por cierto te traje ropa —grita Valentina.

Niego con la cabeza.

—Quiero disfrutar de mi vestido, pagué mucho dinero por él. —Nos tomamos otro shot antes de irnos a la pista.

Bailamos, giramos, dejo que la música me envuelva. Poco a poco mi cabeza deja de doler y mis pensamientos se nublan por el alcohol. De pronto me siento sola, como si las personas a mi alrededor me hubiesen dejado la pista para mí sola, la música se detiene y las luces dejan de formar chispas de colores en mis ojos cerrados.

Me detengo y abro los ojos, escucho la respiración agitada de muchas personas a mi alrededor. Una luz brillante se posa sobre mí al tiempo que el DJ me nombra como la novia fugitiva y la melodía de la marcha nupcial sale por los altavoces.

—Necesitamos a un valiente que se quiera quedar con nuestra fugitiva de la noche —anuncia por el micrófono.

Un hombre sale de entre la multitud. Entra conmigo a la luz, sus ojos son un espejo, tiene el cabello negro y es un poco más alto que yo. Es un maldito adonis, su mirada guarda un atisbo de misterio que me hace tragar grueso. Se acerca, coloca su mano en mi cintura y me toma la otra, la melodía cambia por un vals, mis pies se mueven al ritmo que él marca, me siento en una maldita nube. De pronto el vals se mezcla con otros ritmos marcando un baile más moderno, los presentes gritan y de nuevo inicia la guerra por un pedacito de pista. Veo a mis amigas encontrar parejas, Claudia me entrega un shot antes de ir con las demás y darle uno a cada una. Me olvido de ellas y me concentro en el tipo que me coge mientras baila.

Sus manos en mi cintura, mi espalda, la forma en la que pega su pelvis a mí. El vestido empieza a estorbarme, me siento vaporosa y las ganas de que me folle aquí mismo me obligan a pegarme más a él, mis manos se mueven por su cuerpo, lo toco por todas partes, acerco mis labios a los suyos, nuestras miradas conectan.

—¿Quieres tu noche de bodas? —Asiento sin decir nada.

Me toma de la mano y me conduce fuera de la pista, subimos las escaleras hasta el nivel superior, me conduce hasta un reservado, una sala VIP en la que no hay absolutamente nadie. Mi respiración es errática, en toda mi vida solo había sido de un hombre, no volveré a cometer ese error, llevo mis manos hasta mi nuca para bajar el cierre, sin embargo, él me detiene.

»No, siempre he tenido la fantasía de follar con una novia y tú eres lo más cercano que alguna vez tendré a una. —Sus palabras serían un insulto en mi estado normal… consciente, pero justo ahora, luego del tequila y de los Cosmopolitan, solo provoca que me sienta excitada.

—Excelente, solo sexo, no podía ser mejor. —Me prendo de sus labios y él me devora con pasión.

Me hace retroceder hasta caer sobre el sofá seccionado, sus manos enseguida se apoderan de mis senos y los estruja por sobre la tela del vestido. La sensación es dolorosa y placentera.

Jadeo sobre su boca al tiempo que clavo mis dedos en la tela trasparente del vestido y lo desgarro por todo el escote en V que me llega hasta el ombligo, mis senos quedan libres de su prisión y con mayor acceso para su boca. No tarda en tomarlos, su lengua humedece cada uno de mis pezones y me arranca gemidos desenfrenados.

El maldito vestido me estorba, quiero tener más contacto, sentir sus manos sobre mi piel.

Se detiene, me toma del cuello y me obliga a mirarlo. Sus orbes están dilatados y guardan una promesa en lo profundo de su color esmeralda.

—Seré rudo —dice con voz ronca—, no quiero tratarte como a la princesa que pareces, necesito saber si estas dispuestas…

—Conviérteme en tu maldita puta esta noche. —Corto sus palabras—. Mañana no sabré de ti, ni tú de mí —agrego y dejo que haga lo que se le dé la gana conmigo.

Me aferro a las sensaciones que me produce para olvidarme de todas las veces que hice el amor con Steven, quiero que las sucias palabras que brotan de la boca de un desconocido borren de mi memoria cada maldito “te amo” que él pronunció.

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