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Fuiste la luz que alejó las sombras en mi oscuridad. Fuiste esa luz que me llenó de calidez. Eres esa luz que no puede iluminar mi vida sin perder su brillo.

Lucían

Mi esposa. Isabella nunca será mi esposa, no puede serlo, yo no la puedo condenar a esta vida, a sufrir por mí. No merece vivir en la incertidumbre de que en cualquier momento se puede convertir de nuevo en la víctima, en el pago por mis pecados.

El sonido de su risa, su mirada llena de vida, de pasión. Verla en mi mente así: sonriente y apasionada me atormenta cuando su rostro pálido y su piel fría se cruza en medio de mis recuerdos.

Esta vez pude salvarla, ¿pero qué sucederá cuando no logre llegar a tiempo?

El mundo arderá como el mismo infierno bajo mis pies. El infierno ya está aquí, ascendió desde las profundidades del abismo con un solo propósito, consumir entre sus llamas a mis enemigos.

—Juro que vas a estar bien, yo mismo me voy a encargar de que así sea —prometo sin apartar la mirada de ella, sintiendo el calor d
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