Leonardo
Leonardo contemplaba la ciudad desde el ventanal de su despacho. Las luces nocturnas de Buenos Aires titilaban como estrellas caídas, recordándole que incluso en la oscuridad hay belleza. Sostenía entre sus manos un sobre manila con documentos que había revisado durante horas. Informes detallados sobre las finanzas del difunto padre de Luna, investigaciones que había ordenado hacer en secreto.
—Señor Santoro, ¿necesita algo más? —preguntó su asistente desde la puerta.
—No, Claudia. Puedes retirarte. Gracias por quedarte hasta tan tarde.
Cuando se quedó solo, volvió a revisar los papeles. La verdad estaba allí, en blanco y negro: el padre de Luna había contraído una deuda considerable con un prestamista de dudosa reputación. Una deuda que, tras su muerte, había quedado en el limbo legal, pero que eventualmente recaería sobre sus hijos. Sobre Luna.
Leonardo apretó la mandíbula. Había descubierto esto por casualidad, mientras revisaba algunos documentos relacionados con las prop