Luna
El vestido negro se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel. Luna había elegido cuidadosamente cada detalle de su atuendo: los tacones de aguja que la elevaban diez centímetros sobre el suelo, el maquillaje impecable que resaltaba sus ojos, y el collar de perlas que había pertenecido a su madre. No era casualidad. Hoy no era la esposa de Leonardo Santoro. Hoy era Luna Vega, heredera por derecho propio.
El salón principal de la mansión Villanova resplandecía con luces doradas. Los hombres más poderosos de la ciudad se habían reunido para lo que creían sería una simple formalidad: la firma de los nuevos acuerdos comerciales entre los Santoro y los Villanova. Ninguno esperaba lo que estaba a punto de suceder.
Luna entró con paso firme. El murmullo de las conversaciones se apagó gradualmente. Leonardo, que conversaba con Antonio Villanova en un rincón, se giró para mirarla. Sus ojos se encontraron a través de la habitación. Ella pudo ver el deseo en su mirada, pero también algo má