Luna
El cielo se había oscurecido con una rapidez alarmante. Luna observaba a través de la ventana de la cabaña cómo las nubes, densas y amenazantes, se arremolinaban sobre el lago. Habían llegado apenas una hora antes para revisar la propiedad que Leonardo quería renovar como parte de su nuevo proyecto turístico, y ahora parecían atrapados por la tormenta que se avecinaba.
—Deberíamos irnos ya —dijo Luna, sintiendo un escalofrío anticipado mientras el primer relámpago iluminaba el horizonte.
Leonardo, que revisaba unos planos extendidos sobre la mesa rústica, levantó la mirada.
—Es demasiado tarde. La carretera de montaña es peligrosa con lluvia, y esto —señaló hacia la ventana cuando un trueno retumbó con fuerza— parece que será más que una simple llovizna.
Luna se abrazó a sí misma. La cabaña era hermosa, con sus paredes de madera y su chimenea de piedra, pero la idea de quedarse allí, a solas con Leonardo, le provocaba una ansiedad que nada tenía que ver con la tormenta.
—Podemos