REVELACIONES

El sol se filtraba tímidamente por las cortinas del hotel. Abrí los ojos con una calma extraña —esa calma que llega cuando la rabia se ha convertido en plan—. El silencio de la habitación era espeso, como si el mundo se hubiese detenido después del caos de la noche anterior.

Ian estaba sentado al borde de la cama, un café en la mano y una carpeta sobre las piernas.

—Buenos días —dijo sin mirarme—. Dormís como alguien que ya decidió vengarse.

Me incorporé despacio, cubriéndome con la sábana más por costumbre que por pudor. Mis ojos estaban completamente despiertos.

—¿Eso es para mí? —pregunté, señalando la carpeta.

—Sí. Pero te aviso: después de leer esto no vas a tener opción. O peleas… o te vas a hundir.

Extendí la mano. Él me la entregó sin más.

Empecé a hojear los documentos. Primero, la copia de una sociedad fantasma con mi nombre. Después, extractos bancarios, declaraciones juradas manipuladas. Mi firma, falsificada hasta en la caligrafía electrónica.

—¿Qué es esto, Ian? —dije, sin poder creer lo que veía.

—Sebastián te usó como pantalla —contestó—. Tu nombre figura como abogada en la creación de una empresa fantasma vinculada a una red de lavado. Tienes una firma electrónica en dos documentos. Y hay un depósito en tu cuenta que “parece” un regalo de compromiso… pero en realidad forma parte de una triangulación.

El estómago se me contrajo. El aire me faltó un segundo.

—¿Me está dejando endeudada con la ley? —pregunté, ya sintiendo el vértigo.

—Sí. Y eso no es lo peor —dijo Ian, sacando una memoria USB—. Tengo una grabación. Sebastián hablando con un tal “Martínez”. Escucha.

La conectó a su laptop y apretó play. La voz de Sebastián sonó clara, desprovista de arrepentimiento:

“…Alma ni se entera. Tiene un nombre limpio, es abogada, nadie va a sospechar de ella. Con esa firma cubrimos el movimiento y después la dejamos fuera. Total, va a estar ocupada con la boda.”

Me quedé helada. La respiración se me volvió irregular. Apoyé la frente entre las manos un instante. No lloré. No esta vez.

—Esto ya no es personal —susurré—. Esto es una guerra. Me usó, me robó, me expuso… y ahora se va del país creyendo que me dejó atrás como si fuera una anécdota.

—No tienes mucho tiempo —dijo Ian—. En tres días tienen vuelo. Después, rastrearlos será casi imposible.

Me levanté y caminé por la habitación con el cuerpo tenso, como quien necesita moverse para no estallar.

—Vamos a hacer algo —dije, con la voz templada—. Necesito un contacto en la fiscalía, un periodista que no se venda y tu memoria completa. Esto tiene que reventar antes de que puedan llegar al aeropuerto.

—¿Quieres hacerlo público? —preguntó Ian.

—No solo público —giré y lo miré, la furia brillando en los ojos—. Quiero que se convierta en el escándalo del año.

Ian sonrió, orgulloso y oscuro.

—Eso me gusta. Pero, Alma… esto no tiene marcha atrás. Una vez que empiece, no se vuelve atrás.

—Perfecto —respondí, con la misma frialdad—. Porque yo tampoco pienso volver atrás. Voy a limpiar mi nombre… y a destruir el de ellos.

Me acerqué, le quité la taza de café y di un sorbo. El sabor amargo calzó perfecto con lo que venía por delante.

—¿Estás conmigo? —pregunté.

—Hasta el final —dijo sin vacilar.

Me giré hacia el espejo del hotel, recogí mi cabello en una cola alta. Mis ojos ardían con un fuego controlado.

—Ellos me subestimaron —murmuré, mirándome—. Creyeron que podían usarme, enterrarme. Pero se olvidaron de algo.

—¿Sabes qué, Ian? —dije.

—¿Qué? —contestó él.

—No soy una mujer que se rinde fácil. Y si hay algo que me enseñaron en esta vida es a defenderme. No con piñas. Con la cabeza. Con estrategia. Con precisión. Si me quisieron ver destruida, eligieron mal el personaje.

Lo miré fijo, con media sonrisa.

—Esto ya pasó todos los límites. Y si Sebastián pensó que podía usarme, ensuciarme y después irse como si nada… bueno, pobre. Que se prepare.

Con ese brillo en los ojos que tienen las mujeres que dejaron de tener miedo, dije la última frase antes de cerrar la puerta del pasado:

—Porque yo puedo ser muchas cosas… pero ESTUPIDA NO.

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