Desde el refugio, el ambiente comenzaba a sentirse extraño. El sello que los protegía parecía ya no ser tan firme como antes. No se trataba de algo visible, sino de una especie de presión en el aire, una tensión constante que se deslizaba por los pasillos, que respiraba junto a ellos. Era como si el mundo exterior estuviera comenzando a filtrarse, como si la oscuridad supiera que ya no quedaba mucho tiempo.
Sasha estaba en la cocina, revolviendo una olla con una mezcla caliente que había improvisado con lo poco que quedaba. El aroma de lentejas y hierbas llenaba el ambiente, tratando de traer un poco de normalidad en medio del caos. Sus movimientos eran tranquilos, pero su mirada se desviaba cada tanto hacia la ventana. La niebla seguía lejos, pero todos sabían que eso podía cambiar en cualquier momento.
En una de las habitaciones cercanas, Karen ayudaba a Eugenia a remendar unas ropas rotas mientras Elizabeth peinaba con suavidad a Lara, que estaba sentada en el suelo junto a su herm