Estoy caminando de un lugar a otro en el salón de mi casa, esperando por Antoni, que no acaba de salir de la habitación. Miro el reloj una y otra vez; quiero ser el primero en llegar a la clínica. Me preocupa cómo están mis cachorros. Siento una gran inquietud por lo que Urbi le hizo a Antoni hace unos días.
—¡Dale, Antoni, que vamos a llegar tarde! —le grito—. Le dije a Teka que iba a estar ahora en la clínica.—¡Ya voy, amor! —me contestó desde la habitación—. Es que me entraron grandes ganas de comer un limón.—Está bien, termina y vamos —le exigí impaciente.—Ya estoy lista. ¡Vamos! —dijo apareciendo en el salón.—Te tengo una linda sorpresa, amor. Te va a gustar —dije con una sonrisa—. No me preguntes qué es, porque es una sorpresa. Ya llegamos. ¡Mira qui&e