40. CONTINUACIÓN

Cerré los ojos y volví a concentrarme en esos tres pequeños latidos. Quizás no entendía aún la magnitud de lo que estaba pasando, pero en mi corazón sabía que haría todo lo necesario para protegerlos. Luego, miré la puerta abrirse y dejar entrar a mis suegros.

— ¡Hija querida, qué susto nos has dado! ¿Te encuentras bien? ¡Te irás conmigo para mi casa, yo cuidaré de ti! —dijo mi suegra, la Luna Amaral, junto al Alfa Amat, y me dieron un abrazo y un beso.

— ¡Felicidades hija, y gracias por hacernos abuelos! —estoy muy emocionada con las muestras de cariño de mis suegros.

Sonreí al verlos tan felices, pero no pude evitar sentir un nudo en el pecho. Mi mente regresó a mi hermano, al momento en que pensé que lo perdería para siempre.

— Lo siento mucho, Luna Amaral —dijo Teka—, p
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