36. BENNU Y NETFIS
Mi esposa Netfis estaba muy molesta. Se sentía muy mal después del traslado. Por tal motivo, su mamá no la dejaba tranquila, lo que la ponía furiosa.
—¡Mamá, deja de molestarme! —le pidió una vez más—. ¡Ya comí algo! Ahora déjame, que voy a acompañar a Bennu a revisar el perímetro.
—Hija, tienes que descansar —insistió ella—. La guerra la dejamos atrás.
—Mamá, no empieces —siguió protestando Netfis—. Es mi deber acompañar a Bennu.
—Quédate, amor. Acompaña a tu mamá —le pedí, suavizando mi tono, consciente de que estaba mal—. Hace demasiado frío, puedes enfermar.
—Bennu, ¿me estás insinuando que soy una floja? —preguntó con sus ojos rojos, furiosa.
—Amor, no he dicho eso —me apresuré a decir.
Pese a mis intentos de calmar las cosas, la furia en los ojos de Netfis no aminoraba. Ella era como una tormenta, un torbellino indomable que llevaba consigo orgullo y una voluntad que a veces me costaba entender y mucho menos doblegar. Sus ojos rojos centellearon en el crepúsculo que se filtraba