Teka parecía no cansarse; se levantó dejando a su hija feliz con su esposo, mientras se dirigía hacia donde el doctor Aha realizaba la cesárea del brujo-ángel Alexis.
—¡Aha, termina con Alex! —ordenó de inmediato—. Paul, ayuda a tu mate a cicatrizar. No mires a tu bebé así, es un cachorro de lobo con alas de ángel, no se asusten. Muy pronto esconderá esas alitas. ¡Vamos, muévete! Lo que antes eran murmullos emocionados por el nacimiento del pequeño espíritu de león ahora se llenaba con una tensión diferente, casi solemne. La figura de Alexis, el brujo-ángel, yacía sobre el lecho improvisado mientras el doctor Aha trabajaba con precisión quirúrgica, sus manos firmes y delicadas iluminadas por un suave resplandor mágico. Teka avanzó rápidamente, observando la escena con e