Me quedé en silencio, meditando las palabras de Amanda y Dakarai. Si bien ambos hablaban con la certeza que otorgan los años de experiencia y sabiduría, no podía ignorar el peso de la responsabilidad que intentaban colocar sobre esos pequeños seres que aún no habían visto la luz del día.
Dakarai habló al fin, con tranquilidad, pero su mirada transmitía una intensidad que parecía ir más allá de las palabras:—Mi Alfa, entiendo tus dudas. Pero estamos frente a una crisis mucho más grande que cualquiera de nuestras generaciones previas haya enfrentado. Isfet es más peligrosa de lo que pensábamos, y el tiempo no está de nuestro lado, nos está rondando. Sus cachorros... —hizo una pausa, como buscando la palabra exacta—. No son comunes y usted lo sabe. Llevan el espíritu de nuestra manada en sus almas. Son hijos de los Alfas Supre