37. LO QUE ME PERTENECE
RHETT
No podía pensar en nada más que tomar lo que me pertenecía.
Apoyé una rodilla en el borde del colchón y me incliné sobre ella, dominando su cuerpo excitado contra la cama.
Nuestras pieles parecían arder en llamas.
Mi boca fue directo a capturar la suya, ahogando sus gemidos en mi garganta, saboreando sus labios.
Abajo, mi mano apretó con firmeza el mástil tieso de mi polla y la punta comenzó a babear sobre su hendidura,
Pasándola como una brocha con pintura sobre la pared, sintiendo que se engrosaba solo con la expectativa de tenerla.
—Ssshh, nena, voy a penetrarte… Mnnn, Blair…
Gemí contra su cuello, sintiendo sus jadeos entrecortados.
Mi glande al fin fue mordido y chupado por esa cueva apretada, resbalosa y deliciosa.
Ella gritó, arrasando con mi espalda y dejándome marcas de sus uñas.
Yo rugí como un lobo cachondo contra la curva de su cuello, siseando de puro placer al penetrarla.
La succión de esos húmedos pliegues comenzó a masajearme la verga, que crecía y bombeaba más y