36. NO PUEDO SEGUIR FINGIENDO QUE NO ME IMPORTAS
RHETT
Mascullé en mi interior, acariciando con ansias la punta de mi pene que escurría presemen sin parar.
El cosquilleo en mis testículos se hacía insoportable.
Ahogué el siseo lascivo contenido en mi garganta, mis músculos en tensión, no podía creer lo mucho que me estaba encendiendo esto.
Pero a ella también.
Podía ver el pulsar dentro de esa estrecha y empapada hendidura.
—¡¿Qué más, Blair?! ¡Dime de una puta vez! —le rugí.
—Dije que iba a estar con otro macho —me detuve cuando susurró jadeando, sin aire.
El sudor se mezclaba con las gotas de agua.
—Buena chica, así me gusta, lobita —arrojé el cinturón a un lado, cansado de tanta provocación.
Sin pensarlo más, me incliné detrás de su culo y empujé mi boca en medio de su coño.
Mis manos rudas abrieron las nalgas y los dedos expusieron la rosada carne para mí.
Mi lobo rugió, sacando la lengua a través de mi boca, oliéndola profundamente, grabando ese embriagante aroma en mi memoria.
Las ásperas papilas lamieron toda la r