CAPÍTULO 61 — Entre luces y sombras
La casa de los padres de Gabriel se sentía diferente aquella tarde. Tal vez porque, después de los días angustiantes en el hospital, el aire comenzaba a despejarse y los silencios dejaban de ser tan pesados. Isabella se había encargado de preparar la cena con la ayuda de Marta, su suegra. Entre risas y aromas de comida casera, lograron devolverle un poco de calidez al hogar.
El padre de Gabriel, todavía débil, se pasaba la mayor parte del día en su habitación. Gabriel lo había ayudado a acomodarse antes de sentarse a la mesa. Isabella observaba en silencio cómo cuidaba de sus padres con una ternura que le conmovía. En esos gestos veía al hombre que amaba: sensible, leal, dispuesto a proteger a los suyos sin medida.
— Huele delicioso —dijo Marta mientras se sentaban todos—. Hacía mucho que no cenábamos los cuatro juntos.
— Ya hacía falta un poco de normalidad —respondió Gabriel, sirviendo el vino.
— Y gracias a Isabella —añadió Marta, mirando a su n