CAPÍTULO 152 – La caída silenciosa
Isabella no había podido dormir en toda la noche. Daba vueltas de un lado a otro, repasando una y otra vez las llamadas perdidas, el silencio de Gabriel, la voz desconocida —o quizá no tan desconocida— que atendió cuando intentó marcar por última vez. Dormir fue imposible. Su mente no le dio tregua. Su corazón tampoco.
Apenas amaneció, se levantó agotada, con los ojos hinchados, y se preparó para salir rumbo a la oficina. No podía quedarse allí, entre paredes que solo amplificaban la angustia. Necesitaba moverse, trabajar, distraerse aunque fuera por unas horas. Tal vez al llegar Gabriel la llamaría. Tal vez todo sería un malentendido. Tal vez…
Tomó su bolso, respiró hondo y salió.
Fátima ya estaba en la oficina cuando Isabella llegó. La vio entrar y enseguida notó su expresión: cabello recogido con prisa, mirada perdida, hombros tensos. La abrazó sin preguntar.
— ¿Cómo estás, amiga? —preguntó con tono suave.
Isabella respiró hondo.
— Rara, Fátima. M