CAPÍTULO 11 – La visita inesperada
Isabella no había dormido bien. Las palabras, los reproches y la mirada fría de Gabriel seguían repitiéndose en su mente una y otra vez, como si la discusión no hubiera terminado. No le gustaba estar peleada con su marido. Nunca. Pero el orgullo le impedía ser la primera en hablar.
Cuando despertó, Gabriel ya se había ido. Había salido de madrugada, sin dejar una nota ni enviar un mensaje.
El hueco a su lado en la cama le recordó que algo, aunque pequeño, se había roto.
Isabella se quedó en casa, sin ánimos de salir ni de enfrentar el mundo. Las reuniones podían esperar, y las apariencias también. Se preparó un café, se sentó frente al ventanal del comedor y se perdió en la vista del jardín que tantas veces la había hecho sentir en paz. Ese mismo jardín que ahora, irónicamente, era el origen de sus problemas.
El timbre sonó, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos.
— Susy —llamó, sin levantarse—, ¿podrías ver quién es?
La empleada doméstica asinti